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lunes, 23 de noviembre de 2020

Varias fotos, una palabra. Silencios en el paraje La Tribu (Los Toldos)

Varias fotos, una palabra.

"Silencio en el Paraje La Tribu"        

                       


Por Etel Carpi

Hoy nuestro camino nos llevará al Partido de General Viamonte, a la periferia de estas tierras con historia que nos hablan de malones y lucha contra ese horizonte infinito pampeano. La exposición que difundiremos hoy tendrá a un pequeño paraje de este Partido como protagonista central, su belleza natural y el aire limpio que huele a sol y a pastizal dulce y fresco, se dejará traslucir en cada imagen que veamos, un gusto a campo y a melancolía, el silencio fértil de la comarca se dejará ver entre las ruinas de las antiguas viviendas de pobladores que ya no están, voces que se han ido para –acaso- nunca más volver. Etel Carpi es nuestra guía por este paraje que ha desaparecido de los mapas, ruinas y pampa, horizonte y olvido; las imágenes que esta creadora nos ofrece tienen el don de mostrar el detalle antes que lo general, lo mínimo, lo pequeño, el sol que apenas se filtra por las hojas de los árboles o en el hueco de una vieja ventana, la mirada de Etel Carpi es intima, es sentimental, y tan clara. Ella nos ofrece un texto acerca de la historia del paraje, transcribimos sus palabras. La historia es atrapante”. 

                   Leandro Vesco (Proyecto Pulpería)

                     Autor de: DESCONOCIDA BUENOS AIRES


El paraje denominado “La Tribu”, cuartel II del partido de General Viamonte, lleva ese nombre porque en ese lugar de 6 leguas cuadradas se afincaron los descendientes del Cacique Ignacio Coliqueo que venía de la noble estirpe de Caupolicán, los Mapuches (gente de la tierra) que, desde Chile, cruzaron la cordillera para buscar nuevas tierras después de una larga lucha contra el dominio extranjero. Ignacio Coliqueo tenía 23 años cuando se enfrentaron con los realistas en la batalla de Bío Bío el 17 de enero de 1819. Más tarde emigraron en masa a la Argentina estableciéndose en Salinas Grandes (LA PAMPA), en Guaminí y Sierras de Puán después de nuevas derrotas en 1821. Más adelante Coliqueo se dirige con los ranqueles de Yanquetruz donde conoce al Coronel Baigorria que sería por siempre su fiel amigo. Buscó un paraje de paz para su gente llevándolos a buena tierra y a buenas aguadas donde criaron sus haciendas. (Del libro: COLIQUEO EL INDIO AMIGO DE LOS TOLDOS del padre Meinrado Hux- 1972, historiador del Monasterio Benedictino Santa María de Los Toldos).
Haroldo Coliqueo (descendiente del Cacique) dice en una nota a la Revista La Manuela Molina del 12/2007: “Ignacio Coliqueo fue un aventurero, realista que pensó –así no se puede seguir viviendo-, fue sobre todo un gran líder”. Algunos dicen “que Coliqueo traicionó a su raza por ponerse al servicio del ejército y la conquista, sin embargo, gracias a eso persistimos todos los descendientes de esa tribu, que luego fueron incorporados como ciudadanos Argentinos. La mayor parte de las tribus de la provincia de Buenos Aires para el Sur, fueron exterminadas. Él protegió a su gente como LONKO que era y tomó esa decisión muy personal”. Termina diciendo Haroldo Coliqueo sobre su antepasado.
En el año 1859 Coliqueo interviene con 300 indios en la vanguardia del Coronel Baigorria en Cepeda. Allá por el año 1860 se asentaron en la zona de Junín donde hoy es Arenales, siempre eligiendo buenos parajes.
Cuenta el padre Meinrado, “allí, en la Tapera de Díaz, iba a instalar su pueblo a manera de fuerte y colonia agrícola, su “Los Toldos”. Los primeros días de Agosto del año 1862, los indios fijaron sus viviendas en ese campo medanoso conocido como “Médano de Agua”.
El paisaje entre las dos lagunas profundas originadas por la erosión, que conocemos hoy con los nombres de “Del cementerio” y “La salamanca”, era el centro de la toldería. Más afuera existían otras lagunas más grandes, conocidas hoy como “De Cotta”, “Morón” y “Salada”. En ellas abrevaban sus ganados, ningún alambrado impedía entonces el paso. A sus orillas acudían los cazadores del Choiqué o Ñandú y de pájaros acuáticos. Estos vivían allí en bandadas y anidaban entre los juncales, totorales y pajas bravas. Toda la zona tenía mucha vida y hermosura natural”.
Aún hoy la sigue teniendo a pesar de que esos campos son muy diferentes a lo que era entonces. La decadencia de la comunidad de la Tribu que llegó a ser muy numerosa en la década del 1910 al 1920; ocurre en los años 1930 y 1940. Muchos factores contribuyeron a eso porque las oportunidades no fueron iguales para la gente de la Tribu que para los de la ciudad cercana: Los Toldos. Las tierras se mal vendieron y el éxodo no pudo pararse por falta de apoyo económico, capacitación técnica y educación.
El anhelo más grande del cacique Ignacio al cruzar la cordillera y celebrar un tratado de paz con el gobierno de Mitre fue “vivir en paz, en su propia tierra y poder prosperar”. “Y por ello no descuidó oportunidad alguna para asegurarse la propiedad, desde la primera solicitud hasta que consiguiera la escritura y mensura de la misma”.
“El paraje de la Tapera de Díaz se pobló entonces de toldos y ranchos; se formó el pueblo Los Toldos con el apoyo del gobierno nacional que les construyó un galpón para recoger sus cosechas y un rancho modelo para el Cacique. Les mandó también arados y útiles de labranza. El Gral. Mitre deseaba atraer a los indios a la civilización dándoles una porción de tierra y lo necesario para el cultivo del suelo”. –Culmina el padre Meinrado en su libro.
Y son esas tierras donadas al Cacique Ignacio en septiembre de 1866 con dos leguas cuadradas que luego se amplió a cuatro leguas más, conforman lo que es hoy éste enigmático y magnifico lugar de la pampa Argentina. 
Como una eterna enamorada y trabajadora de la naturaleza a través del arte, hoy comparto con ustedes estas hermosas fotografías que representan el éxodo y el abandono de la ruralidad que desde hace años viene ocurriendo en nuestro país. 

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