BIENVENIDOS. LOS INVITO A INGRESAR A UN MUNDO MÁGICO DONDE EL ARTE ES LA MISMA NATURALEZA. Crónicas de viajes por Argentina.

"NUNCA ANDES POR EL CAMINO TRAZADO, PUES TE CONDUCIRÁ ÚNICAMENTE HACIA DONDE LOS OTROS FUERON". (Alexander Graham Bell)

martes, 25 de abril de 2017

ILUSTRACIONES Y EPÍLOGO DEL LIBRO, BRISA: UNA HISTORIA DE AMOR

BRISA: UNA HISTORIA DE AMOR.
En papel y Digital en ISSUU.com como ECO LITERARIO.

EPÍLOGO
LAS CARTAS

CARTA DESDE EL CIELO                                                                                  1-1-17
  Te estoy viendo. Me gusta observarte porque me llega de lleno tu amor, ese esmero que pones en dejar bonito el lugar que ustedes eligen para quienes ya no están. Me emociona que estás en todos los detalles. Igual no estoy ahí, tú lo sabes… pero si eso te hace feliz, debes seguir tus impulsos, el dictado de tu corazón. La verdad, no dejas de sorprenderme, porque sé cuál es tu pensamiento sobre esos rituales, siempre estuviste en contra de ello; tal vez, ahora comprendas un poco mejor el por qué se hacen. Aunque me inclino a creer que sigues pensando igual pero inconscientemente necesitas hacerlo para estar bien.
  Sé que extrañas (yo también extraño), las lágrimas inundan tus ojos y poco a poco empañan tu mirada; esos ojos que en los últimos meses no podía ver porque las sombras me tomaron por sorpresa. Pero ahora, desde el paraíso azul donde he llegado, puedo ver muy bien… ¡ah!… aclaro que… ¡GUAU!... veo en colores! Y qué bello es el mundo aquel, redondo, verde-azul donde viví en blanco y negro.
  Te comento que agradezco tus cuidados, tu preocupación; pero por sobre todo, agradezco tu falta de egoísmo para soltar mis alas a tiempo, porque la verdad es que yo quería irme para disfrutar de una vida diferente, que es ésta que tengo ahora, de ángel guardián de todos tus sueños… y los de ella. Sí… ella… que se negaba a la realidad de mi partida, y que pudo despedirme bien en el espacio perfecto nuestro de cada día, sintiendo como una paz dulce y pura nos envolvía, y a mí me conducía entre nubes de espuma blanca al universo paradisíaco donde estoy ahora, desde donde las puedo ver… ¡Y EN COLORES!
  ¿Sabes? Aquí hace frío, es un frío dulce y acogedor, los cristales de hielo azul forman castillos monumentales por donde puedo perderme sin miedo a cruzarme con esas bestias ruidosas que podían aplastarme allá en LA TIERRA.  Además, puedo correr como me gusta y estoy genéticamente preparada para eso; tirando trineos livianos, veloces como el viento, donde voy transportando cargas de amor y afecto eternos. Disfruto mucho de este frío magnífico que me contiene y me abraza (igual las extraño), es lo que está en mis genes y que no sé por qué capricho humano, hemos tenido que abandonar para satisfacerlos. No creas que me estoy quejando, ¡NO!, fui feliz a tu lado, tuve trece años de felicidad (otra vez el número 13 que persigue a nuestra familia), y pude valorar lo que podían darme y a no desear lo que no podían.
  Aquí me reencontré con papá, mamá y hermanos. No te imaginas la felicidad con que me esperaban…
  Cuento con todo el tiempo y el espacio del cosmos para disfrutar del frío; me imagino lo que estarás pensando: “algún día, yo también terminaré en un lugar así”. Lo deseas porque amas el frío y amas los aromas y colores del frío.
  Tomaste la determinación en el momento justo, sabías que se avecinaban días de calor extremo, los que me provocarían un sufrimiento mayor e innecesario. Te costó, lo percibí, pero esa fragante y fresca tarde de fines de diciembre supe que me estabas mirando para descubrir el lenguaje de mi cuerpo enfermo y adivinar lo que albergaba mi alma. Comprendiste el mensaje y te liberaste de la culpa, concediéndome el permiso para partir. Y no es que no las quería, me hubiera gustado mucho seguir un tiempo más en esa casa que elegí desde el lejano día de enero que me llevaron por primera vez para reconocer el lugar. Enseguida lo adopté como propio, y sentí que pronto iba a ser “mi” hogar. El lugar de crecimiento, de juegos, de travesuras, compañías agradables, calor, y también momentos de soledad cuando faltaban y me quedaba a cargo de la casa. Yo esperaba ansiosa el regreso porque las extrañaba y aunque había siempre alguien para atenderme, no me gustaba separarme de ustedes.
  Pasó el tiempo, y llegó el momento de abandonar aquel espacio contenedor y volar a éste otro, destino de los ángeles, desde donde no dejaré de observarlas y cuidarlas.
  Otra vez intuyo que vas a llorar, voy a decirte algo: “no me extrañes porque siempre estaremos juntas”. Recuerda: “mi felicidad, ahora, es plena. Mi amor fue, es y será incondicional, porque así es el amor de mi especie”.
  “Me siento en plenitud”.
  “He cumplido mi misión”.
   LAS AMO.

                   BRISA


La técnica usada es mixta: lápiz y pastel seco.



RESPUESTA DESDE LA TIERRA                                 
 2-1-17
   Es verdad que te extraño, es verdad que me cuesta comprender la razón de por qué las lágrimas están siempre al acecho, dispuestas a salpicar los colores de los sueños.
  Ella me dijo aquella mañana cuando volvíamos de buscarte ya sabiendo que más tarde o más temprano ibas a marcharte. Me dijo: “después de esto tendremos que ir a terapia”. Fue muy extraño nuestro comportamiento de esa mañana al llegar a casa. Decidimos sin palabras, en un tácito acuerdo, bañarte, limpiar toda la mugre que acumulaste en ese “horrible” (ahora me doy cuenta, antes no lo creía así) lugar donde te llevé con la esperanza de que te cuidarían mejor que nosotras. Aquella Navidad te miré y supe que debía hacerlo. Me equivocaba… cuando regresamos a los dos días y te vimos, toda sucia y orinada, se nos rompió el corazón.
  Ella se sintió culpable por volverte a dejar. Durante el viaje al radiólogo sintió que abrazaste su pierna, como un pedido: que deseabas regresar con nosotras, que todo era inútil, que deseabas dormirte en tu hogar y en nuestra presencia. Con ese lenguaje sin palabras, que yo no capté porque estaba atenta al manejo del vehículo, nos decías que sin dudas tus deseos no congeniaban con los nuestros.
  Cuando llegamos a casa sin vos, ella rompió a llorar y yo sentí entonces que me había equivocado nuevamente. De todas formas, esperar el resultado de los análisis lo podías hacer junto a nosotras. En tu hogar, tu nido, tu espacio, tu refugio de amor.
  Decidimos entonces que al otro día volveríamos a buscarte para traerte con nosotras cualquiera sea el resultado de esos análisis. Ya tenías que pasar otra noche más sola y eso nos pesaba demasiado la conciencia, en ese largo y estrecho bunker sin vida donde el sol del verano castiga el mosaico desteñido y pestilente y la oscuridad de la noche cae sobre tu cuerpo con las garras destructoras de la mala muerte. Allí deambularías sin rumbo porque sabías que ese no era “tu hogar”.
  Hoy te pido perdón, me equivoqué cuando imaginé que podría retenerte un tiempo más, que aquel “especialista” lograría el milagro de conseguirlo. Hoy creo que lo intentó, pero no fue suficiente, porque era una misión imposible. Creí estar preparada, no lo estaba para aceptar que el tiempo límite de vida se había cumplido, a pesar que todos lo decían y los libros especializados me lo recordaban una y otra vez. Después de ese año difícil que tuviste que pasar desde que perdiste la vista, fue como un bonus trak de Dios para nosotras.
 
 El día que volvimos a la ciudad vecina a buscarte, nos sorprendió en la ruta un amanecer de verano diferente. Una sutil neblina se levantó para cubrir nuestro camino, añoranzas de un paisaje otoñal que nos impactó. Esa era la señal…
 Para entonces sabíamos que te traeríamos para morir; ya teníamos el resultado, podíamos comprender lo que te esperaba. Por eso transitamos los cuarenta y dos kilómetros en silencio, sumidas en nuestra tristeza, en el inevitable dolor que teníamos que vivir. Yo supe enseguida que sin dudas era un aprendizaje que en el transcurso de mi vida no había experimentado y ese sería el momento de hacerlo. Tenía que aceptarlo como enseñanza.
  Te encontramos algo repuesta y eso, más las palabras del doctor, nos devolvió momentáneamente las esperanzas. Viajaste tranquila, relajada, aunque todavía con ese aroma a orines impregnado en tu cuerpo. Te habían limpiado, pero solo a medias… ambas lo lamentamos mucho, justo vos, que siempre fuiste tan limpita, tan cuidadosa para no ensuciarte y ensuciar. Siempre coqueta, perfumada, impecable y seductora. Tus ojos azules, delineados naturalmente marcaron siempre la diferencia y eran el imán que atraía todas las miradas.
  Llegamos a media mañana y nos afanamos en bañarte y perfumarte. Ahí fue cuando ella me dijo entre risas y llanto entremezclados, bajo la luz del sol que comenzaba a filtrarse por las hojas de las plantas del jardín, mientras la calandria de todos los días emitía sin cesar sus afinados trinos desde las ramas frondosas del Samohú de la vereda.
  Me dijo: “después de esto tendremos que hacer terapia”. Era un acto macabro, de humor negro, preparar y acicalar a un ser vivo para enfrentar en pocas horas, la muerte. No fue un comportamiento normal y lógico. Pero ocurrió así, como un ritual que nació espontáneamente (ahora lo sé), con ese sencillo y mágico acto de higiene estábamos compartiendo la despedida sellando un pacto de amor eterno.
  Luego te dimos agua, y sentimos tanta felicidad al ver cómo la saboreabas. Entonces me animé y te ofrecí dos pequeños bocaditos de carne que guardé en la heladera con la esperanza de poder dártelos cuando regresaras a casa. Y grande fue nuestra sorpresa cuando te observamos comerlos con placer. Tomaste otro poco de agua, cepillé tu pelo que alguna vez había sido tan brillante y sedoso y ahora se veía opaco y descolorido. Luego te perfumé. Muy relajada, te acostaste al sol para disfrutar por última vez de su tibia caricia. Mientras almorzábamos, reímos esperanzadas, tal vez, el milagro fuera posible.
  Cuando nos fuimos a dormir la siesta de verano, te dejamos dormida a lo largo del escalón de entrada a la cocina. Disfrutando de la frescura del mármol, como últimamente lo hacías por el calor. En pocas horas me desperté y levanté presurosa, inquieta, con el pulso acelerado, estaba librando una batalla interior porque el tiempo pasaba y tenía que tomar una decisión.
  Eran las cuatro de la tarde. Seguías en el mismo lugar, preparé el mate y tomé unos cuantos, sin muchas ganas, con una pequeña porción de budín. Levantaste la cabeza, y entonces me acerqué, te ofrecí el último bocadito de carne que recibiste ya sin mucho entusiasmo.
  Esperé, te miraba con los ojos bañados por el llanto que no podía contener. Volví al interior de la cocina. Cuando al cabo de un rato te busqué, no estabas. Habías ido a tu cama, te echaste sobre el colchón y cerraste los ojos que ya no eran azules; eran tan negros como una noche de tormenta. Acerqué una silla y me quedé a tu lado, parecías dormir feliz, respirando suavemente. Te hablé, no respondiste… esperé y ya sin poder evitar el llanto y la sensación de opresión que me dominaba, me quedé escuchando el lánguido silencio de la tarde calurosa.
  Entonces comprendí el mensaje… y supe que era el momento, que deseabas alcanzar la paz definitiva, para despertar en el paraíso azul y frío donde me dices que ahora estás.
  Ingresé a la cocina, en el reloj de pared eran las cinco de la tarde. La desperté a ella… y se lo dije: 
“Voy por el veterinario”.
  Después… solo hubo tiempo para llorar.



                                     FIN
 





MIS LIBROS HASTA 2017.


jueves, 30 de marzo de 2017

TARJETAS

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lunes, 27 de febrero de 2017

BAUTISTA: UN HOMBRE DE PALABRA

Adelanto de mi próximo libro: versión digital; biografía post mortem de mi padre.

DEDICATORIA
                                           A la memoria de Bautista Carpi: 
                                                             MI PADRE.
  Papá: a vos dedico este libro donde espero dejar un fiel registro de lo que fuiste y sembraste en mi vida con tu ejemplo magnífico de cómo vivirla.
  Pronto se cumplirán los 20 años de tu muerte y siento la necesidad que nunca antes había sentido, de indagar en las páginas de tu vida, donde me encontré al hacerlo, con tantas sorpresas, que cuanto más indago en el prolifero material de archivo que  me legaste, más grande es la admiración que profeso por vos.
  Si bien en casi todos mis libros estás presente de una u otra forma, desde que comencé a editar, (aún estabas vos con vida), por lo tanto fuiste testigo de ello; hoy sé que llegó el momento de investigar todos los vericuetos por donde transitó tu existir, algo que nunca antes me animé, quizás porque no me sentía capacitada o con la necesidad interior de hacerlo. Además siempre supe que sería una tarea difícil, titánica, que me llevaría mucho tiempo y esfuerzo y yo no tenía ese tiempo, y tampoco me sentía en condiciones de hacer el esfuerzo. Sin embargo, hoy agradezco haber comenzado, porque es como una caja de pandora donde se puede encontrar de todo. Una tarea que me satisface, me hace sentir plena, y que al final por tu disciplina y tu orden, se me hace menos pesada y tediosa. El material es grande, tus archivos personales son inacabables, pero en ellos dejaste tu huella, tu impronta, y si sabemos revisar una y otra vez, podemos encontrar cada detalle de tu vida y recrearla con rigor histórico  como cuando estudiamos un personaje destacado de nuestra historia. Eso sos vos para mí: el personaje, el héroe de mi propia historia.
  No solo lo hago por mí, quiero legar a mis descendientes el ejemplo de “un hombre de palabra” a quien todos respetaban y valoraban. Sin que faltasen enemigos también, los que intentaron destruirte.
  En vos, también, deseo rendir un homenaje a todos los hombres y mujeres que llegaron desde lejos a nuestra Patria para “hacer la América”, construir el País que tenemos hoy con el aporte incondicional de su lucha y su trabajo fecundo. Vos fuiste un ejemplo perfecto de culto al estudio, al trabajo y al progreso basado en la perseverancia y la disciplina. Partiste de muy poco, de casi nada… pero con un gran aprendizaje que tu férrea voluntad fue acrecentando desde muy joven hasta obtener un gran desarrollo intelectual que con tu prolija y sana actitud de hombre honesto y sabio forjó su propio destino y marcó con su ejemplo el camino del mío.



                                                                      Papá a los 30 años.
“Los que salen adelante en este mundo son personas no conformistas, que buscan las circunstancias que ellos desean, y cuando no las encuentran, las crean”.
                                                                     Bernard Shaw.



SOBRE EL TÍTULO DEL LIBRO

  El título de este libro de la biografía Post Mortem de mi padre, nació de escuchar tantas veces lo mismo a todo aquel que le preguntaba, o simplemente lo recordaban por alguna circunstancia de la vida. “ES UN HOMBRE DE PALABRA”. Me lo decían a mí, a mi ex marido que llegó del exterior unos años antes de su muerte; y luego a mis suegros, cuando les tocó el turno de radicarse en Los Toldos y conocerlo, allá por el año 1992. Por lo tanto, ese y no otro, debía ser el título elegido para el libro dedicado a Bautista Carpi: mi padre.
                                                                          Etel.

Der. Res. Edita Ediciones de Las tres Lagunas. Junín.

lunes, 13 de febrero de 2017

BRISA: UNA HISTORIA DE AMOR

INTRODUCCIÓN del libro inédito de la biografía de Brisa. Relatos. Para niños y jóvenes. 2017.

                                                 INTRODUCCIÓN                         
  Luciana: una  Husky Siberiana  blanca como la nieve que cubre sus lugares de origen en la estepa Siberiana Rusa, estaba preñada por segunda vez.
  Ella había llegado varios años antes desde La Plata, su dueño vivía en un departamento, cuyo tamaño, era inadecuado para los activos Siberian Husky, raza fuerte, cuyo trabajo es tirar de los trineos en la nieve, ancestral raza descendiente del lobo. Fue así, que tuvo que llevarla a un tranquilo pueblo del interior donde vivía su familia, la casa tenía un espacio suficiente para que ella retozara a gusto; incluso, con la posibilidad de que la llevaran también ¡AL CAMPO! que trabajaban a 10 kilómetros del pueblo o en su defecto, a alguna de las quintas que poseían en la ciudad.
  Se adaptó enseguida y fue amada por todos, cada día que pasaba la querían más por su carácter tranquilo, obediente y amigable.
  Luciana era hermosa, con un largo pelaje muy sedoso que de tan blanco, cegaba a la luz del sol.
  El vecino del fondo, tapial de por medio, tenía un robusto y oscuro Siberiano macho. Era un “Adonis”, al que Luciana encontraba en la vereda cada vez que daba su diario paseo matutino alrededor de la manzana. Ella nunca se iba lejos… y él… le echó el ojo azul en cuanto la vio por primera vez. A Luciana le gustó, pero… se quiso hacer la interesante durante unos días. Sin embargo esperaba ansiosamente cada día para verlo. Cuando entró en celo, le permitió que la olfateara. Y grande fue su sorpresa canina cuando el pretendiente (unos días después) entró a su casa. La verdad es que, ya desde hacía tiempo, los dueños estaban esperando el celo de Luciana para cruzarlos; ambos canes no podían esconder la alegría que sintieron al verse y festejaron el encuentro con movidas de cola, olfateos y lambetazos.
  Todo salió bien, el galán cumplió y la bella Luciana se encontraba esperando cachorros por segunda vez. Y esta vez como debía ser: con un perro acorde a su raza, y no como le pasó la primera vez que la preñó un perro de la calle en una de sus escapadas. Menos mal que esa vez solo tuvo un cachorro. Ahora sería distinto, tendría hermosos cachorros como merecía su delicada estampa de blancura infinita y lo apuesto que era su galán.
  Una noche de diciembre se produjo el parto, que fue algo largo ya que nacieron 5 crías. En esa ocasión, Luciana fue asistida por sus dueños Tito y Elisa, que estuvieron casi toda la noche con ella.
  A los pocos días, papá robusto entraba al jardín para conocer a sus hijos: tres machos y dos hembras, a cual de todos más bellos y encantadores, como son en general todos los cachorros, pero sin duda que el cachorro Siberiano supera todos los modelos de belleza, llenos de pelo, y ojos claros y vivaces.
  Recuerdo muy bien la tarde que llegué con mi hija Rocío de 8 años a la casa de la familia para conocer a los cachorros. Tito, encargado de nuestro campo, lugar donde solía llevar a Luciana, nos ofreció un cachorro a elección ya que nosotras, hasta entonces, no teníamos mascota.
  Al principio yo no quería, pero Rocío insistió tanto que accedí. Así que visitábamos a la familia diariamente para verlos crecer hasta que llegara el momento de traernos uno a casa.
  Resultaba tan tierno observarlos deambular cerca de Luciana, eran tan lindos… hay una imagen que no se borrará jamás: la madre descansando sobre un banco y dos de los más inquietos –más adelante bautizados Rambo y Brisa por sus dueños- trepando por su lomo, desplegando toda su vitalidad infantil. Ellos eran, sin duda, los cachorros más despiertos y apuestos de la camada.
                                                     Rambo y Brisa con mamá Luciana.

  Rambo, muy parecido a su padre por el color y el porte; Brisa, con una mezcla de ambos, pero tirando a ser clara y con unos ojos que a los 15 días eran de un azul marino profundo, delineados naturalmente en negro. Con sus orejitas caídas y el característico triángulo blanco en la frente (que casi todos los Huskys tienen).

  No podía ser más bella, enseguida congenió con mi hija, fue como una elección mutua que yo tuve que respectar.
  Hubo que esperar los 40-45 días que recomendó el veterinario para llevarla a casa; igual, algunas veces, fue de visita para reconocer lo que sería su hogar y de entrada se la veía muy cómoda allí.
  Para entonces, resolví que llegaría más o menos para el cumpleaños 9 de Rocío, así que ese sería su regalo.
  Además de traerla algunos ratitos a casa, la visitábamos en la suya y allí compartíamos un rato de juegos con todos sus hermanos también. Después de varios nombres descartados, fue bautizada como BRISA: nuestra adorable brisa, la que nos daría 13 años de felicidad y amor.
  Aunque Brisa no fue famosa como Lassie, Rin Tin Tin, Beethoven, Laika,  Rex y tantos otros que han quedado en la historia; merece que le dedique estas páginas que cuentan su vida, porque en la simpleza de la misma radica todo el amor que nos dio. Momentos inolvidables de juegos, emociones, travesuras, alegrías y tristezas, para acompañar el crecimiento de una niña (Rocío) hasta llegar a la adultez, con el amor más puro que existe: el de su mascota.
                                                        Con Manchita: el peluche.
Etel Carpi. Der. Res.
 



miércoles, 4 de enero de 2017

Del libro: BRISA: ANÉCDOTAS CANINAS

CARTA DESDE EL CIELO                                                                       1-1-17

  Te estoy viendo. Me gusta observarte porque me llega de lleno tu amor, ese esmero que pones en dejar bonito el lugar que ustedes eligen para quienes ya no están. Me emociona que estás en todos los detalles. Igual no estoy ahí, tú lo sabes… pero si eso te hace feliz, debes seguir tus impulsos, el dictado de tu corazón. La verdad, no dejas de sorprenderme, porque sé cuál es tu pensamiento sobre esos rituales, siempre estuviste en contra de ello; tal vez, ahora comprendas un poco mejor el por qué se hacen. Aunque me inclino a creer que sigues pensando igual pero inconscientemente necesitas hacerlo para estar bien.
  Sé que extrañas (yo también extraño), las lágrimas inundan tus ojos y poco a poco empañan tu mirada; esos ojos que en los últimos meses no podía ver porque las sombras me tomaron por sorpresa. Pero ahora, desde el paraíso azul donde he llegado, puedo ver muy bien…¡ ah!… aclaro que… ¡GUAU!... veo en colores! Y qué bello es el mundo aquel, redondo, verde-azul donde viví en blanco y negro.
  Te comento que agradezco tus cuidados, tu preocupación; pero por sobretodo, agradezco tu falta de egoísmo para soltar mis alas a tiempo, porque la verdad es que yo quería irme para disfrutar de una vida diferente, que es ésta que tengo ahora, de ángel guardián de todos tus sueños… y los de ella. Sí… ella… que se negaba a la realidad de mi partida, y que pudo despedirme bien en el espacio perfecto nuestro de cada día, sintiendo como una paz dulce y pura nos envolvía, y a mí me conducía entre nubes de espuma blanca al universo paradisíaco donde estoy ahora, desde donde las puedo ver… ¡Y EN COLORES!
  ¿Sabes? Aquí hace frío, es un frío dulce y acogedor, los cristales de hielo azul forman castillos monumentales por donde puedo perderme sin miedo a cruzarme con esas bestias ruidosas que podían aplastarme allá en LA TIERRA.  Además, puedo correr como me gusta y estoy genéticamente preparada para eso; tirando trineos livianos, veloces como el viento, donde voy transportando cargas de amor y afecto eternos. Disfruto mucho de este frío magnífico que me contiene y me abraza (igual las extraño), es lo que está en mis genes y que no sé por qué capricho humano, hemos tenido que abandonar para satisfacerlos. No creas que me estoy quejando, ¡NO!, fui feliz a tu lado, tuve trece años de felicidad (otra vez el número 13 que persigue a nuestra familia), y pude valorar lo que podían darme y a no desear lo que no podían.
  Aquí me reencontré con papá, mamá y hermanos. No te imaginas la felicidad con que me esperaban…
  Cuento con todo el tiempo y el espacio del cosmos para disfrutar del frío; me imagino lo que estarás pensando: “algún día, yo también terminaré en un lugar así”. Lo deseas porque amas el frío y amas los aromas y colores del frío.
  Tomaste la determinación en el momento justo, sabías que se avecinaban días de calor extremo, los que me provocarían un sufrimiento mayor e innecesario. Te costó, lo percibí, pero esa fragante y fresca tarde de fines de diciembre supe que me estabas mirando para descubrir el lenguaje de mi cuerpo enfermo y adivinar lo que albergaba mi alma. Comprendiste el mensaje y te liberaste de la culpa, concediéndome el permiso para partir. Y no es que no las quería, me hubiera gustado mucho seguir un tiempo más en esa casa que elegí desde el lejano día de enero que me llevaron por primera vez para reconocer el lugar. Enseguida lo adopté como propio, y sentí que pronto iba a ser “mi” hogar. El lugar de crecimiento, de juegos, de travesuras, compañías agradables, calor, y también momentos de soledad cuando faltaban y me quedaba  a cargo de la casa. Yo esperaba ansiosa el regreso porque las extrañaba y aunque había siempre alguien para atenderme, no me gustaba separarme de ustedes.
  Pasó el tiempo, y llegó el momento de abandonar aquel espacio contenedor y volar a éste otro, destino de los ángeles, desde donde no dejaré de observarlas y cuidarlas.
  Otra vez intuyo que vas a llorar, voy a decirte algo: “no me extrañes porque siempre estaremos juntas”. Recuerda: “mi felicidad, ahora, es plena. Mi amor fue, es y será incondicional, porque así es el amor de mi especie”.
  “Me siento en plenitud”.
  “He cumplido mi misión”.
   LAS AMO.
                   BRISA









RESPUESTA DESDE LA TIERRA                                           2-1-17

   Es verdad que te extraño, es verdad que me cuesta comprender la razón de por qué las lágrimas están siempre al acecho, dispuestas a salpicar los colores de los sueños.
  Ella me dijo aquella mañana cuando volvíamos de buscarte ya sabiendo que más tarde o más temprano ibas a marcharte. Me dijo: “después de esto tendremos que ir a terapia”. Fue muy extraño nuestro comportamiento de esa mañana al llegar a casa. Decidimos sin palabras, en un tácito acuerdo, bañarte, limpiar toda la mugre que acumulaste en ese “horrible” (ahora me doy cuenta, antes no lo creía así) lugar donde te llevé con la esperanza de que te cuidarían mejor que nosotras. Aquella Navidad te miré y supe que debía hacerlo. Me equivocaba… cuando regresamos a los dos días y te vimos, toda sucia y orinada, se nos rompió el corazón.
  Ella se sintió culpable por volverte a dejar. Durante el viaje al radiólogo sintió que abrazaste su pierna, como un pedido: que deseabas regresar con nosotras, que todo era inútil, que deseabas dormirte en tu hogar y en nuestra presencia. Con ese lenguaje sin palabras, que yo no capté porque estaba atenta al manejo del vehículo, nos decías que sin dudas tus deseos no congeniaban con los nuestros.
  Cuando llegamos a casa sin vos, ella rompió a llorar y yo sentí entonces que me había equivocado nuevamente. De todas formas, esperar el resultado de los análisis lo podías hacer junto a nosotras. En tu hogar, tu nido, tu espacio, tu refugio de amor.
  Decidimos entonces que al otro día volveríamos a buscarte para traerte con nosotras cualquiera sea el resultado de esos análisis. Ya tenías que pasar otra noche más sola y eso nos pesaba demasiado la conciencia, en ese largo y estrecho bunker sin vida donde el sol del verano castiga el mosaico desteñido y pestilente y la oscuridad de la noche cae sobre tu cuerpo con las garras destructoras de la mala muerte. Allí deambularías sin rumbo porque sabías que ese no era “tu hogar”.
  Hoy te pido perdón, me equivoqué cuando imaginé que podría retenerte un tiempo más, que aquel “especialista” lograría el milagro de conseguirlo. Hoy creo que lo intentó, pero no fue suficiente, porque era una misión imposible. Creí estar preparada, no lo estaba para aceptar que el tiempo límite de vida se había cumplido, a pesar que todos lo decían y los libros especializados me lo recordaban una y otra vez. Después de ese año difícil que tuviste que pasar desde que perdiste la vista, fue como un bonus trak de Dios para nosotras.
 
 El día que volvimos a la ciudad vecina a buscarte, nos sorprendió en la ruta un amanecer de verano diferente. Una sutil neblina se levantó para cubrir nuestro camino, añoranzas de un paisaje otoñal que nos impactó. Esa era la señal…
 Para entonces sabíamos que te traeríamos para morir; ya teníamos el resultado, podíamos comprender lo que te esperaba. Por eso transitamos los  cuarenta  y dos kilómetros en silencio, sumidas en nuestra tristeza, en el inevitable dolor que teníamos que vivir. Yo supe enseguida que sin dudas era un aprendizaje que en el transcurso de mi vida no había experimentado y ese sería el momento de hacerlo. Tenía que aceptarlo como enseñanza.
  Te encontramos algo repuesta y eso, más las palabras del doctor, nos devolvió momentáneamente las esperanzas. Viajaste tranquila, relajada, aunque todavía con ese aroma a orines impregnado en tu cuerpo. Te habían limpiado, pero solo a medias… ambas lo lamentamos mucho, justo vos, que siempre fuiste tan limpita, tan cuidadosa para no ensuciarte y ensuciar. Siempre coqueta, perfumada, impecable y seductora. Tus ojos azules, delineados naturalmente marcaron siempre la diferencia y eran el imán que atraía todas las miradas.
  Llegamos a media mañana y nos afanamos en bañarte y perfumarte. Ahí fue cuando ella me dijo entre risas y llanto entremezclados, bajo la luz del sol que comenzaba a filtrarse por las hojas de las plantas del jardín, mientras la calandria de todos los días emitía sin cesar sus afinados trinos desde las ramas frondosas del Samohú de la vereda.
  Me dijo: “después de esto tendremos que hacer terapia”. Era un acto macabro, de humor negro, preparar y acicalar a un ser vivo para enfrentar en pocas horas, la muerte .No fue un comportamiento normal y lógico. Pero ocurrió así, como un ritual que nació espontáneamente (ahora lo sé), con ese sencillo y mágico acto de higiene estábamos compartiendo la despedida sellando un pacto de amor eterno.
  Luego te dimos agua, y sentimos tanta felicidad al ver cómo la saboreabas. Entonces me animé y te ofrecí dos pequeños bocaditos de carne que guardé en la heladera con la esperanza de poder dártelos cuando regresaras a casa. Y grande fue nuestra sorpresa cuando te observamos comerlos con placer. Tomaste otro poco de agua, cepillé tu pelo que alguna vez había sido tan brillante y sedoso y ahora se veía opaco y descolorido. Luego te perfumé. Muy relajada, te acostaste al sol para disfrutar por última vez de su tibia caricia. Mientras almorzábamos, reímos esperanzadas, tal vez, el milagro fuera posible.
  Cuando nos fuimos a dormir la siesta de verano, te dejamos dormida a lo largo del escalón de entrada a la cocina. Disfrutando de la frescura del mármol, como últimamente lo hacías por el calor. En pocas horas me desperté y levanté presurosa, inquieta, con el pulso acelerado, estaba librando una batalla interior porque el tiempo pasaba y tenía que tomar una decisión.
  Eran las cuatro de la tarde. Seguías en el mismo lugar, preparé el mate y tomé unos cuantos sin muchas ganas, con una pequeña porción de budín. Levantaste la cabeza, y entonces me acerqué, te ofrecí el último bocadito de carne que recibiste ya sin mucho entusiasmo.
  Esperé, te miraba con los ojos bañados por el llanto que no podía contener. Volví al interior de la cocina. Cuando al cabo de un rato te busqué, no estabas. Habías ido a tu cama, te echaste sobre el colchón y cerraste los ojos que ya no eran azules; eran tan negros como una noche de tormenta. Acerqué una silla y me quedé a tu lado, parecías dormir feliz, respirando suavemente. Te hablé, no respondiste… esperé y ya sin poder evitar el llanto y la sensación de opresión que me dominaba, me quedé escuchando el lánguido silencio de la tarde calurosa.
  Entonces comprendí el mensaje… y supe que era el momento, que deseabas alcanzar la paz definitiva, para despertar en el paraíso azul y frío donde me dices que ahora estás.
  Ingresé a la cocina, en el reloj de pared eran las cinco de la tarde. La desperté a ella… y se lo dije: 
“Voy por el veterinario”.
  Después… solo hubo tiempo para llorar.