"Silencio en el Paraje La Tribu"
Por Etel Carpi
“Hoy nuestro camino nos
llevará al Partido de General Viamonte, a la periferia de estas tierras con
historia que nos hablan de malones y lucha contra ese horizonte infinito
pampeano. La exposición que difundiremos hoy tendrá a un pequeño paraje de este
Partido como protagonista central, su belleza natural y el aire limpio que
huele a sol y a pastizal dulce y fresco, se dejará traslucir en cada imagen que
veamos, un gusto a campo y a melancolía, el silencio fértil de la comarca se
dejará ver entre las ruinas de las antiguas viviendas de pobladores que ya no
están, voces que se han ido para –acaso- nunca más volver. Etel Carpi es
nuestra guía por este paraje que ha desaparecido de los mapas, ruinas y pampa,
horizonte y olvido; las imágenes que esta creadora nos ofrece tienen el don de
mostrar el detalle antes que lo general, lo mínimo, lo pequeño, el sol que
apenas se filtra por las hojas de los árboles o en el hueco de una vieja
ventana, la mirada de Etel Carpi es intima, es sentimental, y tan clara. Ella
nos ofrece un texto acerca de la historia del paraje, transcribimos sus
palabras. La historia es atrapante”.
Leandro Vesco (Proyecto
Pulpería)
Autor de: DESCONOCIDA
BUENOS AIRES
El paraje denominado “La
Tribu”, cuartel II del partido de General Viamonte, lleva ese nombre porque en
ese lugar de 6 leguas cuadradas se afincaron los descendientes del Cacique
Ignacio Coliqueo que venía de la noble estirpe de Caupolicán, los Mapuches
(gente de la tierra) que, desde Chile, cruzaron la cordillera para buscar nuevas
tierras después de una larga lucha contra el dominio extranjero. Ignacio
Coliqueo tenía 23 años cuando se enfrentaron con los realistas en la batalla de
Bío Bío el 17 de enero de 1819. Más tarde emigraron en masa a la Argentina
estableciéndose en Salinas Grandes (LA PAMPA), en Guaminí y Sierras de Puán
después de nuevas derrotas en 1821. Más adelante Coliqueo se dirige con los
ranqueles de Yanquetruz donde conoce al Coronel Baigorria que sería por siempre
su fiel amigo. Buscó un paraje de paz para su gente llevándolos a buena tierra
y a buenas aguadas donde criaron sus haciendas. (Del libro: COLIQUEO EL INDIO
AMIGO DE LOS TOLDOS del padre Meinrado Hux- 1972, historiador del Monasterio
Benedictino Santa María de Los Toldos).
Haroldo Coliqueo (descendiente del Cacique) dice
en una nota a la Revista La Manuela Molina del 12/2007: “Ignacio Coliqueo fue
un aventurero, realista que pensó –así no se puede seguir viviendo-, fue sobre
todo un gran líder”. Algunos dicen “que Coliqueo traicionó a su raza por
ponerse al servicio del ejército y la conquista, sin embargo, gracias a eso
persistimos todos los descendientes de esa tribu, que luego fueron incorporados
como ciudadanos Argentinos. La mayor parte de las tribus de la provincia de
Buenos Aires para el Sur, fueron exterminadas. Él protegió a su gente como
LONKO que era y tomó esa decisión muy personal”. Termina diciendo Haroldo
Coliqueo sobre su antepasado.
En el año 1859 Coliqueo interviene con 300
indios en la vanguardia del Coronel Baigorria en Cepeda. Allá por el año 1860
se asentaron en la zona de Junín donde hoy es Arenales, siempre eligiendo
buenos parajes.
Cuenta el padre Meinrado, “allí, en la Tapera de
Díaz, iba a instalar su pueblo a manera de fuerte y colonia agrícola, su “Los
Toldos”. Los primeros días de Agosto del año 1862, los indios fijaron sus
viviendas en ese campo medanoso conocido como “Médano de Agua”.
El paisaje entre las dos lagunas profundas
originadas por la erosión, que conocemos hoy con los nombres de “Del cementerio”
y “La salamanca”, era el centro de la toldería. Más afuera existían otras
lagunas más grandes, conocidas hoy como “De Cotta”, “Morón” y “Salada”. En
ellas abrevaban sus ganados, ningún alambrado impedía entonces el paso. A sus
orillas acudían los cazadores del Choiqué o Ñandú y de pájaros acuáticos. Estos
vivían allí en bandadas y anidaban entre los juncales, totorales y pajas
bravas. Toda la zona tenía mucha vida y hermosura natural”.
Aún hoy la sigue teniendo a pesar de que esos
campos son muy diferentes a lo que era entonces. La decadencia de la comunidad
de la Tribu que llegó a ser muy numerosa en la década del 1910 al 1920; ocurre
en los años 1930 y 1940. Muchos factores contribuyeron a eso porque las
oportunidades no fueron iguales para la gente de la Tribu que para los de la ciudad cercana: Los Toldos. Las
tierras se mal vendieron y el éxodo no pudo pararse por falta de apoyo
económico, capacitación técnica y educación.
El anhelo más grande del cacique Ignacio al
cruzar la cordillera y celebrar un tratado de paz con el gobierno de Mitre fue
“vivir en paz, en su propia tierra y poder prosperar”. “Y por ello no descuidó
oportunidad alguna para asegurarse la propiedad, desde la primera solicitud
hasta que consiguiera la escritura y mensura de la misma”.
“El paraje de la Tapera de Díaz se pobló
entonces de toldos y ranchos; se formó el pueblo Los Toldos con el apoyo del
gobierno nacional que les construyó un galpón para recoger sus cosechas y un
rancho modelo para el Cacique. Les mandó también arados y útiles de labranza.
El Gral. Mitre deseaba atraer a los indios a la civilización dándoles una
porción de tierra y lo necesario para el cultivo del suelo”. –Culmina el padre
Meinrado en su libro.
Y son esas tierras donadas al Cacique Ignacio en
septiembre de 1866 con dos leguas cuadradas que luego se amplió a cuatro leguas
más, conforman lo que es hoy éste enigmático y magnifico lugar de la pampa
Argentina.
Como una eterna enamorada y trabajadora de la
naturaleza a través del arte, hoy comparto con ustedes estas hermosas
fotografías que representan el éxodo y el abandono de la ruralidad que desde
hace años viene ocurriendo en nuestro país.
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