BIENVENIDOS. LOS INVITO A INGRESAR A UN MUNDO MÁGICO DONDE EL ARTE ES LA MISMA NATURALEZA. Crónicas de viajes por Argentina.

"NUNCA ANDES POR EL CAMINO TRAZADO, PUES TE CONDUCIRÁ ÚNICAMENTE HACIA DONDE LOS OTROS FUERON". (Alexander Graham Bell)

martes, 21 de enero de 2014

NUEVAS VIVENCIAS. Continuación de EVOCACIONES DE UNA VIAJERA.

SAN LUIS: NUEVOS RUMBOS.

En el capítulo XXVIII de mi libro de relatos Evocaciones de una Viajera ( 1987), hablo de una recorrida por las sierras de San Luis, La Carolina ( donde había unas pocas casas entonces), la magnífica Gruta de Intihuasi, cerca del Cerro Sololasta, sus silencios, su increíble soledad. Entonces todo aquello era salvaje, puro, mágico, muy poca gente transitaba esos caminos difíciles de la montaña.

En febrero del año 2012, decidí volver con mi hija para que conociera lo que tanto me atrajo siempre: la naturaleza agreste y pura. Con nosotros viajó mi prima Alicia y su esposo Carlos, que hizo las veces de chofer con muy poca experiencia en montaña pero que aprobó el examen con un 10 felicitado.
Me sorprendió La Carolina, un pueblito de montaña maravilloso, con sus calles de adoquines, empinadas, y ese río de oro que lo atraviesa, las minas abandonadas, el color, el aroma, la quietud de sus calles, su gente… las casitas de piedras que tienen el color del oro y el brillo tan especial de cuando el sol las ilumina.
Recorrer después de tanto tiempo esos caminos de montaña, descubrir otros nuevos atravesando todas las sierras en un perfecto pavimento, como el que lleva al dique Nogolí o el que une Potrero de Los Funes con la nueva ciudad De La Punta, ingresar a las entrañas de las sierras sin tener que sufrir por andar ripio y piedras, abriendo y cerrando tranqueras, como cuando arribamos a La Carolina aquellos lejanos años. Guiándonos simplemente por el instinto, con mapas muy buenos del A.C.A. pero que había que interpretarlos.
Me sentí tan feliz en ese recorrido, volver a la Gruta de Intihuasi, donde si bien se encuentra protegida, demarcada, señalizada y con cuidadores… el silencio sigue siendo igual, tan especial como ningún otro silencio conocido. Fue allí, que pude reflexionar sobre mi vida, reflexiones que compartiré con los lectores. Escribí en mi cuaderno de viaje el 1º de marzo de 2012:


“En la gruta de Inti-huasi vive el silencio único, inmaculado, el que atesoran las graníticas montañas de esos cerros dulces cubiertos de flores, rocas, pastos y cabritos trepando en lo más alto.
Llegué allí, al altar del pasado, después de tanto tiempo de una primera vez inquietante que dejó huellas profundas en todo mi ser. Y fue sentirme joven como aquella niña inquieta que quería acumular paisajes y aventuras para escribir el gran libro de la vida.
Ese libro que hoy estoy segura existe y quedará por siempre para la inmortalidad de un alma pura, deseosa de dejar huellas, después de un gran aprendizaje.
Parada en la entrada de la inmensa gruta prehistórica sólo escucho el latir del corazón por el esfuerzo de la última subida. Luego el silencio, total, cósmico, ese que se reconoce sólo en muy pocos lugares del planeta. Inti-huasi es uno. Y allí, con el caer de la tarde, la magia del sol, las lejanas nubes de extrañísimas formas, como trozos inmensos de algodón, cierro los ojos y medito.
La vida es dulce, lo sé, son estos momentos cuando comprendo cuánto atesora mi ser; y que después de haber andado muchos caminos por la vida, voy llegando al final sabiendo que mi misión ha sido cumplida y es tanta la abundancia de amor que tengo guardada que la llama de la eterna felicidad vivirá por siempre en mi ser de luz”.
Parece increíble.
La vida aquí se detiene en un bálsamo de belleza suprema y oculta que se revela sólo a algunas miradas.
Me elevo al plano místico.
Entonces…
Todo se compacta en este instante donde nada es importante.
Soy yo, con mi ser desnudo en una comunión de luz con la omnipotente naturaleza que me rodea”.

Después de muchos años volví a visitar al Algarrobo Abuelo, también conocido de los Agüero por estar en tierras del abuelo del poeta Puntano Antonio Esteban Agüero quien le escribió una magnífica CANTATA.
Lo he visto más imponente que nunca, inmenso en altura, poderoso, de frondosa copa verde, troncos rugosos que denotan los 1.200 años que ostenta. Orgulloso, rodeado de un denso bosque que ayuda a soportar los intensos calores del verano. Cuando lo visité por primera vez era muy joven y no me daba cuenta de lo que realmente significaba, hoy, con un largo recorrido en la ecología y el amor que profeso por los árboles en particular, siento una gran admiración por este magnífico ejemplar al que muy bien cantó el poeta puntano en la oda CANTATA AL ABUELO ALGARROBO.

San Luis es una provincia que tiene muchos lugares que despiertan mi interés: Las Salinas del Bebedero, Sierra de las Quijadas, Los Lobos, Papagayos, las pampas de altura de las Sierras de los Comechingones… pero hay un lugar que conocí en el último viaje a Santa Rosa del Conlara que me atrapó enseguida por todos los secretos que esconde sobre la historia evolutiva de la tierra. Ese lugar es: Bajo de Veliz ubicado en el sector noreste de la sierra Grande de San Luis.
Se accede por ruta desde Santa Rosa del Conlara. Profunda y angosta depresión que se extiende unos 12 kilómetros es parque natural desde hace unos años, con guardaparque permanente y guías del lugar.
En el corte de las barrancas se pueden ver las distintas capas de la evolución ecológica y biológica de la tierra, son estratos sedimentarios de la era Paleozoica, período Carbonífero Superior ( aproximadamente de una antigüedad de 300 millones de años).
Cuando existía “Gondwana”, uno de los supercontinentes primigenios se encontraba en el límite austral de una gran cuenca sedimentaria, el PAGANZO, abarcando las actuales provincias argentinas de la región Centro-Oeste.
El clima era húmedo intermedio, abundaban especies como: helechos, coníferas, juncos, etc. El reino animal lo formaban insectos y arácnidos, los que eran arrastrados a lo más profundo de la depresión o cuenca y sepultados bajo superpuestas capas de sedimentos, en un ambiente anaeróbico ( sin oxígeno), es por eso que no se oxidaban y no proliferaban las bacterias, contando además con un ph ideal ( salinidad y alcalinidad equilibrada); en esas condiciones era posible el proceso de momificación, luego la carbonización y por último la petrificación de hojas, troncos, semillas, polen, insectos y arácnidos.
Este espléndido lugar es denominado por los lugareños “lajas de piedra pizarra”. Es un yacimiento de gran importancia donde se han encontrado fósiles de arañas, insectos y micro y mega flora.
En el año 1981 se encuentra accidentalmente por un señor que compró lajas para su casa, una joya paleontológica de incalculable valor científico-cultural. Es un fantástico y gran ejemplar de araña: MEGARACHNE POLLINEI SANTA ROSA, pieza única por sus características, por su morfología externa, su cefalotórax, sus extremidades y articulaciones, además sus quelíceros y pedipalpos, presentándonos sobresalientes detalles muy bien conservados, nítidos y deslumbrantes ojos, pudiéndose observar que la mayor parte de su superficie se encuentra cubierta de conos capilares o bulbos pilíferos. Sí carece de abdomen ( se supone se desprendió al quedar atrapada en el lodo, o tal vez lo comieron otros insectos), según los estudios mide aproximadamente unos 50 cms de largo por 30 cms de ancho, y imaginándola erguida, unos 70 cms de alto incluidas  las extremidades. Es un verdadero tesoro del planeta Tierra, transportándonos a un pasado remoto de 300 millones de años, casi inimaginable, mucho antes de la proliferación de los grandes saurios, cuando la vida (tanto animal como vegetal) estaba en sus comienzos y los ambientes eran tan extraños y diferentes. Según los sabios, en esa porción de la Era Paleozoica, vivían los arácnidos e insectos voladores y  reptiles primitivos, siendo los primeros seres en pisar tierra firme en esta región y en esa época.
Este ejemplar único de araña se encontró impreso en las capas interiores de una gran laja del Bajo de Veliz, que al abrirla se ve el positivo y el negativo perfectamente conservada gracias a las condiciones en que ocurrió el accidente que la sepultó en el lodo. Especialmente sin oxígeno que permitió la conservación. Se encuentra en el museo particular del hijo de la persona que la encontró, siendo custodio del mismo ya que por ley nadie puede adueñarse de un fósil, el que pertenece al patrimonio cultural de la provincia. Los ofrecimientos para llevárselo del país han sido muchos y millonarios; pero el deseo de la provincia, y de la familia es que permanezca en el lugar, donde todo el que tenga una inquietud por saber de él puede acercarse a la casa particular donde la esposa del dueño les dará una escueta explicación.                                  
Dentro del Parque Natural, viven unas 140 familias que crían cabritos, sus casas son atérmicas, de barro con techo de paja que deben soportar bruscos cambios de temperatura cuando en verano llega a hacer 40ºC. y en invierno -14ºC. Es un bosque seco, pero bastante cerrado. Allí se conserva un ejemplar de 500 años de Guayacán, árbol oriundo del Chaco que no se sabe muy bien cómo pudo desarrollarse allí, es un ejemplar vigoroso, sana, maravilloso que está en la falda de una sierra, y junto a él han crecido dos ejemplares más que son más chicos e igualmente sanos y bellos. Es patrimonio provincial y tiene guardia permanente.


Me gustaría terminar  este último capítulo de mis vivencias, con algunas reflexiones escritas en la Navidad que pasé en el pequeño, pintoresco y simple pueblo de Santa Rosa del Conlara, frente al río del mismo nombre, un diciembre de sequía pero que quedó marcado en mi alma y en mi corazón.
Cómo quisiera que el tiempo se detuviese ahora mismo, en este instante de luz y aromas campestres… se detuviera para siempre.
Y yo quedar en él, estampada en el banco de piedra como los fósiles milenarios en las lajas de Bajo de Veliz. Así me siento: fresca, pura, intacta, a pesar de todo lo andado por el tránsito voraz de la vida.
Sería el final soñado, la coronación de todos los sueños cultivados y cuidados en la huerta florida del alma.
En este verano tórrido que me asfixia soy una braza ardiendo en el valle calmo y dulce que alimenta la montaña, recorte azul en un cielo celeste esmerilado. En un incendio de versos reposa mi mente cansada.
El algarrobo generoso extiende sus ramas como brazos que quieren abrazarme. Aspiro el aroma a poleo y escucho… allá… en el campo… despiertan urracas y teros, chingolos y calandrias se escuchan entre las hojas y el hornero reclama su morada.
Un tero real camina sobre el agua del río que apenas suena cuando se desliza sobre lecho
de lodo donde una pareja de patos busca alimento.
Pronto, un coro de chicharras anunciará que el dulce amanecer estará terminando y el sol todo poderoso invadirá el espacio mágico salpicado de fragancias y sonidos alados.
 Entonces será el tiempo de partir al refugio fresco que durante el día es mi morada. Esperar la noche clara y la nueva mañana. Es necesario absorber cada instante hasta reventar de gozo el alma. Y comulgar con Dios, dar las gracias, porque amerita el momento sublime, cuando la naturaleza nos transforma en seres más buenos y armoniosos, seres de luz y de silencios… seres universales, seres de la Tierra”.
                                                                         Febrero-Marzo 2012 y Diciembre 2013.


































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